La evolución de las tecnologías es reducible a la evolución de procesar, almacenar, recuperar e interpretar la información. Básicamente, la información que maneja el hombre, desde tiempos inmemoriales, se hace a través del lenguaje. Para no adentrarnos mucho en la prehistoria, tomemos el ejemplo de los dos tipos de homo sapiens conocidos: el de neandertal y el de cromañón. El primero está extinto y, del segundo, quedamos nosotros para dar testimonio de nuestro antepasado más reciente.
La diferencia sustancial entre estos dos tipos de homo sapiens radica en su tecnología, en la forma que usaban la información y la comunicaban. Anatómicamente, eran muy similares; quizás, a nuestros ojos, los neandertales eran un poco más feos, pero no mucho más. Los neandertales procuraban enterramiento a sus muertos, fabricaban herramientas y tenían una organización social relativamente compleja. Asimismo, es bastante probable que usaran un lenguaje para comunicarse alrededor de un fuego que podían hacer y mantener. Su procedencia es netamente europea, evolucionando de los homos migrados de África y adaptándose a las glaciaciones y climas europeos. En la Sierra de Atapuerca existe un registro fósil que prueba la evolución independiente del África.
Hace unos cien mil años, ambos tipos se debieron encontrar en el Próximo Oriente: "el señor neandertal, supongo"; Los hombres modernos venían de su cuna africana. También enterraban a sus muertos, usaban herramientas y conocían -o aprendieron- a usar y hacer fuego. Tenían una organización social y poseían un lenguaje. Entonces, ¿cuál era la diferencia, aparte de unos rasgos faciales más o menos pronunciados?
La tecnología que usaban los hombres modernos venidos de la cuna africana era superior a la de los neandertales. Sus útiles tenían mejor acabado, eran más perfeccionados, servían para más cosas y usaban distintos materiales para su confección. Es decir, la tecnología era más plástica y sus productos más especializados y mejores. Esto incrementaba la nutrición y las condiciones generales de vida de los individuos y grupos. Curiosamente, esta tecnología la aprendió el neandertal en sus etapas finales, incorporando un aprendizaje de los contactos que tuvo con los hombres modernos (no siempre pacíficos, por cierto). Sin embargo, había una cosa para la que no estaba preparado físicamente y, por ende, le fue imposible aprender: el lenguaje que usaban esos caritas de niños de los cromañones.
El aparato fonador de los neandertales es un tanto distinto al del hombre moderno. Suponemos, entonces, que el lenguaje empleado por aquellos era un poco más gutural que el nuestro, menos rico y plástico. Limitados a vocales del tipo i y u, limitaban a su vez la información que estaban dispuestos a representar y a procesar. La verdadera revolución que trajeron del África los hombres modernos fue un lenguaje de alto valor simulativo y representativo, con la eficacia social que ello conlleva. La información y el modo de transmitirla jugó un importante papel dentro de la evolución humana.
El uso de un lenguaje de alto nivel, adaptable y modificable, además de representativo es un concepto que se utiliza para procesar información de cualquier tipo y en grandes cantidades. Y ese fue el gran triunfo evolutivo del hombre moderno; tanto, que no hemos dejado de utilizarlo sistemáticamente desde aquellos días.
Hubo otra revolución, ya dentro de los hombres modernos, acaecida hace más de 10.000 años: la neolítica. Aquí ya no hay modificaciones fisiológicas que destacar, sólo diferencias sustanciales en el modo de manejar la información disponible. Esta revolución trajo la domesticación de plantas y animales. Esto, que hoy parece obvio, resultó ser de una eficacia extraordinaria para el surgimiento de poblaciones sedentarias, ciudades y un entramado social basado en la especialización del trabajo. Y lo que resulta es un poder informativo que cristaliza en la escritura.
A la organización social basada en familias y clanes, la sucede otra de igual carácter jerárquico pero sin fundamento sanguíneo de forma unívoca. Hablar y manejar información de forma común es el nexo de unión; aunque, como nos enseña la historia, no totalmente independizado de la sangre (las monarquías hereditarias que perviven en el presente, son claros ejemplos de la importancia que se dan a los lazos de sangre, aún hoy en día).
Sin embargo, la agricultura y la ganadería no aparecieron en todos los sitios simultáneamente y con igual rigor. Unos lo aprendieron de otros, o lo descubrieron en diferentes momentos (ejemplo son los pueblos precolombinos americanos). Los pueblos que utilizaron esta nueva tecnología demostraron un poderío demográfico sobre sus vecinos y, con ello, una supremacía geopolítica. La agricultura y la ganadería supusieron, como el fuego, un gran avance evolutivo para los grupos que las inventaron y adaptaron; mas tampoco se difundieron con una rapidez inusitada.
Esta nueva formulación urbana y sedentaria necesitaba formas de organización social que abundaran en la complejidad que se había generado. Aunque hubo intentos de códigos y de regulación social del comportamiento -Código de Hamurabi, por ejemplo-, fue con el derecho romano donde alcanzó su máxima expresión y extensión en el mundo antiguo esta tecnología. Paralelamente y con cierta anterioridad, se producía una reformulación en la forma de obtener información. Si antes la revelación y la religión explicaban con prontitud lo que había en el mundo, la filosofía y una protociencia empezaban a dar explicaciones y descripciones más factibles y creíbles sobre lo que acontecía. A partir de este hecho -del Mito al Logos-, la manera de obtener información trató de ser más veraz y más fiable. No bastaba con generar información a través del lenguaje, sino que había que hacerlo con propiedad. Con los filósofos, y más tarde con los científicos, toda información debe ir acompañada de pruebas y razonamientos que hablen en su favor o en su contra; porque la información en sí, no conlleva necesariamente conocimiento.
Los avances en la medicina y su ulterior socialización (su acceso por parte de la población en general), en diversos momentos de la historia, abundaron en remedios y curas contra males endémicos que, la naturaleza, hacía las veces de regulador demográfico de estos primates rebeldes.
Lo que se ha dado en llamar Revolución Industrial también se debe considerar un hito tecnológico de gran magnitud. Pese a los efectos catastróficos que supuso su radicalidad contaminante y consumista, en absoluto hay que desdeñar los avances científicos y técnicos: la máquina de vapor y la auténtica conmoción en los transportes, la vacuna, el capitalismo y la nueva escena política con la aparición del sufragio universal, etc. Podemos decir, sin equivocarnos mucho, que somos los herederos directos de este modo de vida. La información y el conocimiento comienzan a ser considerados de una forma social, porque el impacto de ciertos hechos son interpretados por las poblaciones y usados en consecuencia. Asistimos, a partir de ahí, a fenómenos de masas que no fueran las guerras (hasta entonces, la reunión de seres humanos más ingente que se hacía). La huelga se convierte en una herramienta de las clases sociales que sirven de mano de obra frente a las más poderosas y, su presión, alcanza a los mismísimos estados.
La escritura que, en el medievo, era privilegio de unos pocos, empieza a extenderse su uso hace dos siglos y, derivado de ello, la extensión informativa, de ideas y de conocimiento a cualquier escala. A ello contribuyen, sin lugar a dudas, los planes de enseñanza de las naciones; que van alfabetizando a la población de forma gradual.
Finalmente, este trasiego informativo y evolutivo ha dado a la sazón, la tecnología de última generación que nos trae al caso: la informática; textualmente, automatismos que manejan información. Como cualquier tecnología, no está implantada de igual manera en el mundo ni en todos los sectores. Pero el dominio de la misma significará, sin ningún género de dudas, un avance para los pueblos que la adopten. Si hemos mantenido que la evolución es un incremento de la complejidad y de la información, todo aquello que ayude a manejarla y a interpretarla, abundará en el conocimiento.
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miércoles, 30 de septiembre de 2009
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